Nadie sintió tan amargamente la derrota de la final como el jugador florense Mauricio Solís.
Estalló en lágrimas tras el partido del miércoles, no podía disimular el dolor que lo golpeaba en los más profundo. Lloró como pocas veces lo había hecho, según él mismo reconoce.
“Fueron lágrimas de dolor porque me dolía en el corazón. No soy una persona que llora con facilidad, me cuesta mucho, pero el miércoles la voz se me quebraba, no aguanté”, dice Solís, quien quería retirarse como campeón, pero ahora desea seguir para sacarse la espinita.
“Si hubiera levantado la copa me hubiera retirado tranquilo, pero tengo una pendiente con la afición del Herediano. Hay muchas opciones de seguir, me siento bien físicamente, aunque anímicamente en estos momentos estoy destrozado. Pero como dice el refrán, no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante”.
Solís cree que mucho peso cayó sobre él tras la derrota. “Uno siente que le falló a muchísima gente y por eso duele el doble”.
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